Balance de primera semana.
En casa nos ha costado a todos. También nos hacía falta.
Los pequeños han pasado de la ilusión al tengo sueño, no me quiero levantar, de las ganas de ver a los amigos al temor de con quién me tocará en clase. De la alegría al verse más grandes al enfado por algo que le ha dicho un compañero, tan pronto me decía que este curso todo iría súper bien, a notarlo pensativo como si aparecieran antiguos miedos:
¿Tendré amigos? ... ¿querrán estar conmigo?... ¿serán muy difíciles las tareas?... ¿entenderé a los profesores?... ¿sacaré buenas notas? ...
Y si no puedo..., y si no me hacen caso..., y si me cogen manía..., y si estoy solo...
Qué decir que esta semana no hemos llegado a todo, que a ratos se nos ha ido el buen rollo del verano y nos ha costado organizarnos.
Nos hemos reído de las primeras anécdotas de la temporada y nos hemos venido arriba haciendo planes pero también han aparecido los primeros signos de agobio... ¡Y aún no hemos empezado con las extraescolares!
Si esto te suena, quizá a veces no sabes cómo ayudar a los más pequeños y jóvenes en este nuevo inicio.
Reconocer que todos necesitamos un poquito de tiempo para adaptarnos y que podemos empezar más despacio será el primer paso.
¡Qué no cunda el pánico!
Escucha lo que te cuentan y no te lances a resolverlo.
Ayudar no es que tú les des la solución o que lo hagas por ellos.
A veces solo necesitan recordar y volver a practicar los recursos que aprendieron y que quizá están un poco oxidados después de las vacaciones.
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