Si eres deportista puede que hayas tenido alguna situación de dificultad para manejar tu agresividad o tu impulsividad y que esto haya perjudicado tu desarrollo deportivo, tus relaciones, o tu imagen como deportistas.
En el ámbito de la competición, es necesaria una activación y energía suficientes para lograr un alto rendimiento.
El contexto de alto rendimiento activa determinadas regiones cerebrales y se segregan sustancias químicas, como dopamina y cortisol que además de ayudarnos a conseguir este rendimiento también nos predisponen a sentir mayor agresividad, que seamos más susceptibles ante determinadas situaciones y que sea más fácil que nos enfademos, que seamos impacientes e impulsivos.
La agresividad en sí misma no tiene por qué ser un problema, pero no debemos de confundir la agresividad con la intensidad o la determinación que queremos emplear en el juego. El problema surge de la respuesta que damos cuando sentimos esta agresividad, cuando la expresamos en forma de conductas de agresión o conductas violentas, físicas o verbales hacia otras personas o hacia nosotros mismos.
Por eso, es tan importante que como deportista, aprendas a identificar las respuesta emocional de agresividad y aprendas estrategias para canalizar esta energía hacia conductas que no sean violentas, por ejemplo, enfocarte en el juego, en un objetivo o una mayor concentración, en definitiva, dirigirla hacia conductas que sean funcionales y útiles para ti.
Si estas teniendo problemas con tu agresividad y con el manejo de la misma, puedes pedir ayuda a un profesional.
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